LLEGADA AL KURDISTÁN IRANÍ, SANANDAJ Y PALANGÁN

LLEGADA AL KURDISTÁN IRANÍ, SANANDAJ Y PALANGÁN

El Kurdistán Iraní.

Desde el primer minuto sabes que estás en un país nuevo, su gente, sus ropas, su lengua, su mirada.

Es como si hubieras cruzado una frontera invisible. 

Las formas, duras, secas, como si me hubiera colado en un sitio en el que no he sido invitada.

Poco sabía del pueblo Kurdo, pero lo que tenía claro es que no iba a sacar conclusiones precipitadas.

Busqué un taxi, y entre todos me ayudaron a localizar al único conductor que hablaba inglés-

Él me llevó a un par de sitios para elegir alojamiento.

En el hotel situación parecida

Mandé un mensaje rollo “help me” a mi “superviajado amigo Nelo” y me contó cómo fue su experiencia con los Kurdos Iraquíes.

Literalmente me dijo, “son montañeros, pocas lisonjas… «

A mí me gusta esa gente sobria, seria, dura”.  http://viajaorevienta.es/kurdistan-con-mochila-erbil-la-ciudad-sin-ladrones/

Me dijo “quédate en un mismo lugar, días¨

Los Kurdos no entienden un viaje sin propósito, date tiempo».

Todo esto me dio paz y me hizo aceptar la nueva situación.

Estaba en Sanandaj la capital del Kurdistán Iraní.

Me perdí por la ciudad y un Kurdo de aspecto serio tras un gesto que interpreté como,  «sígueme» me abrió la mezquita azul en exclusiva .

Fue abriendo puerta tras puerta mientras su mirada era adusta

No sucumbiendo a ninguna de mis sonrisas ni a mis intentos pobres de abrir conversación en Kurdo, farsi o mensaje gesticular.

Eso sí ,demostró una paciencia infinita respetando mi paso relajado.

Disfrutando de esos momentos sagrados en los que te deleitas en el placer de tocar, andar y respirar sitios llenos de tanta magia.

La mezquita estaba llena de puertas enormes, parras y de antiguos coranes.

El pausado guardián me los dejó consultar a mi ritmo. Encendiendo y apagando luces en una extraña procesión a través de todas sus estancias.

Posteriormente fui a visitar las mansiones históricas de la ciudad , destacando La Casa de Asef.

Con la moneda tan devaluada las entradas no superaban el euro.

En mi anterior viaje en junio el cambio era casi a tres euros por lo que en esta ocasión no me corté y entré en cuanto palacio se me cruzó.

Fue un atracón bulímico artístico, con lo que agoté cualquier deseo de ver museos etnográficos en mucho tiempo.

Los techos me hipnotizaban y más de una vez me di un traspiés por no quitar ojo.

Los mercados muy vivos, con peces nadando en grandes peceras, ajos de mil colores y extrañas mezclas recordando a otras frutas.

 

A los Kurdos les gusta representar con figuras la vida Kurda y en ocasiones tenías la sensación, de que en cualquier momento podían ponerse a hablar.

A la tarde, Sanandaj  se llenó de gente, y su mirada se debatía entre la desconfianza y la curiosidad, me cubrí todo el pelo para recuperar el anonimato y empecé a pensar en cómo poder asomarme a la realidad del pueblo Kurdo.

Los Kurdos, uno de los pueblos más perseguidos del mundo, en constante lucha con sus entornos, sin derecho a territorio, sin derecho a utilizar su propia lengua .

Y pese a todo, y como fui comprobando a lo largo de los días, mantienen su humanidad y hospitalidad constante

Pese a ese entorno que les hace estar en continua alerta y pidiendo derechos humanos imprescindibles.`

Llamé a Abdula, el taxista del día anterior y quedamos en ir a Palangán, Abdula estaba a punto de jubilarse, fue profesor de matemáticas hasta que después de la revolución fue despedido junto con cientos de profesores, fue mi cicerone en acercarme a la realidad de este pueblo.

Fue contándome cómo su lengua estaba prohibida en los colegios, los problemas de desempleo y la ausencia de derechos en muchos ámbitos sociales y religiosos.

Mientras, íbamos bordeando la frontera con Irak, donde no podía cerrar la boca admirando sus espectaculares y cambiantes picos y valles.

Por el camino nos encontramos con grupos de  contrabandistas.

Cruzaban su mercancía a Irak con sus cargas a pie o ayudados por pequeños caballos y burros.

Los iban trasladando en pequeñas camionetas.

Dando la sensación de animales voladores, dada la velocidad a la que los llevaban escapando de los militares.

Los controles eran frecuentes y daban un poco sensación de zona de guerra, con sus metralletas, alambradas y demás artificio.

Me recordaba a otro paso fronterizo en el sur de Irán cerca de Bam en el que los perros me olisqueaban buscando trazas de opio cerca de la frontera Afgana.

Y aunque ahora hay una aparente calma por esta zona que está a apenas unos diez kilómetro de Irak, deben ser frecuentes las escaramuzas desde donde sigue operando la guerrilla Kurda.

El viaje por las montañas Kurdas del Kurdistán Iraní,  un puro sueño.

Aderezado con esa sensación de videojuego Iraní que experimentas en sus taxis.

Rezando a todos los Jodás (Dios en Iraní),  Diosas , Cristos y deidades protectoras de las que te vas acordando para no desaparecer en cualquier precipicio.

Palangan, te deja sin palabras, como si te hubieras colado en una película de hace cientos de años.

Con sus casas montadas en perfecto equilibrio,  en un entorno de esos de  “morir de puro amor por el sitio».

Un belén parado en el tiempo. Donde tienes que sortear los burros y rodear ríos.

En un ensamblaje perfecto de casas con la naturaleza y donde los tejados son las escaleras donde auparse en la montaña.

En cuanto vas bajando al valle no puedes creer que se haya conservado intacta esta belleza, aún muy virgen.

Con la gente trabajando en lo que hacían hace cientos de años

Mujeres que bien podrían ser como mi abuela en el páramo Leonés.

Pescando tu propio pescado y conociendo a gente del pueblo y de otros lugares.

Y como viene siendo habitual como guinda del pastel, compartí grandes momentos con sus correspondientes  «fotocalls». 

Con una familia Iraní que vivía en EEUU.

Además de unos viajeros Kurdos Irakíes empeñados en que era igual que una hermana suya.

Y muchas turistas Iraníes venidas de Teherán.

Con sus narices minúsculas, cejas teatrales y maquillaje impecable.

Las cuales me recordaban a la bella Falbala de Asterix y Obelix.

Estuve un rato tras la comida con las mujeres del pueblo.

Alabándonos nuestra belleza mutua.

Vaciando granadas,jugando con los niños.

Y disfrutando de esos ratos majos, en los que te entiendes,  con el lenguaje universal de la sonrisa.

Vuelta a Sanandaj sin saber que lo bueno no había hecho nada más que empezar…

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