IRÁN, TABRIZ, DOOSET DARAM

IRÁN, TABRIZ, DOOSET DARAM.

En mi  cuarto viaje de un mes por Irán en septiembre de 2018 tuve ocasión de ampliar mi visita a otras zonas más alejadas de los circuitos turísticos, como Golestán, Tabriz o mi querido Kurdistán.  Viajé más lento y más atenta a lo que me rodeaba.

https://www.youtube.com/watch?v=MPcf4x28aEI                                                     fotos de l@s «terribles» Iraníes.

Irán que está a sólo cinco horas en avión de Europa y que nos parece algo tan lejano, tan ajeno, es el país que más en casa me hace sentir además de Marruecos. 

http://evalunaviajera.com/sahara-y-su-silencio/

En estos días terribles en los que se habla de guerra, venganzas, ataques, destrucción a la cultura persa, etc. Sólo puedo pensar en las decenas de momentos y lugares que viven dentro de mí, en todo lo bueno que encuentro siempre que voy.

No quiero hablar de política, de cómo nos fabrican enemigos comunes, donde el odio, la ignorancia y el miedo acampan a sus anchas en este nuestro dolorido planeta.

Porque Irán es mucho Irán, y se pasa del llanto a la risa en cuestión de segundos, porque si algo les caracteriza es su resistencia y su ganas de seguir viviendo y disfrutando.

En este cuarto viaje viví una de mis mejores experiencias en mi visita a la ciudad de Tabriz, capital de la provincia  de Azerbaiyán y famosa por sus exquisitas alfombras.

Conocí a Mina , traductora, escritora y profesora de francés e inglés, la cual me invitó a alojarme en su casa familiar. Mujer fuerte, valiente, que sin apenas llegar a los treinta años cuenta con una gran sabiduría.

Llegué tempranísimo a la ciudad tras un largo viaje de autobús desde Teherán, hacía ya frío otoñal y al hablar con ella me dijo que fuera directamente a su casa donde podríamos desayunar.

En cuanto llegué me acogieron como una hija más, el desayuno desplegado a la manera persa, sobre la alfombra, huevos, frutas, mermeladas, bollería y verduras.

Nada más sentarme Mohsen, el padre de familia me preguntó.

¿Eres honesta?, tanta firmeza me hizo dudar, yo le dije » creo que sí». Entonces me contestó, te trataré como la amiga de Dios.

Y esta declaración de intenciones dio paso a una de las experiencias más bonitas de mi vida. 

Fatemeh la madre de Mina no paraba de sonreír, mujer amorosa y bellísima que no paró de alimentarme durante toda mi estancia como si fuera un polluelo, siempre cargada con mil bolsas donde cual maga con su chistera, sacaba mil delicias,  mientras se reía a carcajadas cuando le decía que me sobre alimentaba y que no iba a poder con mi mochila. 

Leila, hermana de Mina y  su simpática e inteligente hija Sarah,  nos acompañaron en muchos momentos, mujer emprendedora y fuerte con una hija digna sucesora, abierta y vital, de la misma edad que mi hijo y la cual ya habla varios idiomas.

Era parte de la familia también Mina, la mejor amiga de la familia, de la que posiblemente sacaron el nombre para mi amiga, divertida e ingeniosa. Contestaba al teléfono como si comprara acciones. Mujer valiente que tuvo que salir adelante sola con un niño, viuda de la guerra.  Con una familia que me abrió las puertas y un precioso nieto , que nos iba enseñando su huerta, sujetando su vaso de té y analizando todo a nivel de experto.

Visitamos a su suegra a la que cuidaba como a una madre y viví una experiencia como todas las de Irán, siempre extrema.

Me contó la terrible historia de su hijo, el cual falleció tras la Guerra con Irak debido a los daños de las bombas químicas tras sobrevivir al campo de batalla.

Vi las fotos de su hijo, qué diferente suena la historia cuando podemos poner cara a las víctimas. Víctimas que en su mayoría eran casi niños que en su mayoría ni siquiera habían visitado nunca ni las  fronteras que defendían.

Después como suele ser habitual, me regaló todo lo nuevo que tenía en casa  , regalos para mi hijo, junto con caramelos y pepinos (deliciosos,  nunca faltan en cualquier cesta).

Mientras, se disculpaba por regalos que ella decía  que eran pobres, cuando en la vida nadie me regaló nada tan valioso. 

Tras las lágrimas nos reímos a carcajadas con el último detallito que me tenía preparado..

Durante varios días, disfruté de la mayor hospitalidad imaginada.Me llevaron a conocer la ciudad, sus parques, restaurantes, montes, mausoleos, mezquitas, huertas y barrios. Disfruté de su arte, música y gastronomía, toda la familia se organizó para cuidarme.

Visitamos Kandovan, localidad que recuerda a Capadocia, donde hicimos compras sazonadas por interminables momentos Tarof, donde los vendedores se negaban a cobrarnos todo lo comprado.

Tarros enormes de miel, frutos secos y dulces. Moshen insistía una y otra vez en pagar, y en regalarme a mí lo mismo que él compraba, mientras tomábamos té tras té en interminables charlas.

Hasta que llegaron a un acuerdo y consiguieron pagar en este rito maravilloso de gratitud y de regateo a la inversa.

Recuerdo cómo le dolía la espalda a Moshen, se movía con una silla en la mano con la que poder sentarse y descansar para aliviarse, dolor que sólo podías adivinar en algún gesto de dolor disimulado entre todas sus sonrisas.

Su complicidad con su mujer y sus hijas te desarmaba, siempre con una sonrisa, con una palabra bonita, con un precioso sentido de la justicia. 

Sarah de vez en cuando me sorprendía con sus saltos y piruetas cada vez más atrevidos. Abierta e ingeniosa, me iba mostrando el pueblo como una gran experta. Tuvimos conversaciones de lo más interesantes, y ya desde muy niña es toda una viajera.

Rememorando todos aquellos momentos para este texto, se me ha puesto un nudo en el estómago por la impotencia y la tristeza que tengo de todo lo que están pasando. Víctimas inocentes de la industria de la guerra.

El momento de la despedida fue una mezcla agridulce, me regalaron flores que me puse al pelo para las últimas fotos.

Todos me llevaron a la estación, besé la mano de Moshen, mientras él la retiraba apresuradamente, con lágrimas en los ojos. Qué ternura la de este hombre sabio, expresivo y juicioso que siempre me saludaba y saluda con un «I love you».

Tras despedirnos con largos abrazos, me eché a llorar desconsoladamente en el bus profundamente feliz y también triste por el fin de lo vivido.

Me fui soñando con mi quinto viaje, que espero que sea muy pronto, si por fin se apagan los vientos del odio y las campanas de guerra.

Inchallah.

 

Iran dooset daram.

https://www.youtube.com/watch?v=-yQ8kxikSJQ

2 respuestas a «IRÁN, TABRIZ, DOOSET DARAM»

    1. Si, terrible y tú que has estado allí y conoces a los Iraníes más terrible te tiene que parecer todo lo que está pasando, confiemos en que todo vuelve a su punto de equilibrio. Un abrazo

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